Fanfic Saint Seiya, Saga Olimpo.

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simio
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Fanfic Saint Seiya, Saga Olimpo.

Mensaje por simio » 07 Ago 2006 19:28

Este fanfic es algo que hice hace ya varios años, solo llegué a hacer el prólogo y el primer capítulo, pues a los meses de hacerlo salío el anuncio de la nueva saga Zeus y la verdad es que se me quitaron las ganas. Yo lo titulé la Saga Olimpo, pero vamos que venia a contar lo mismo que la ya programada saga Zeus, aunque con un punto de vista diferente.

En fin, aqui lo dejo para el que quiera entretenerse. Si esto no va aki, que un moderador lo mueva.
Saludos


Prólogo

La enfermera Shannon Yhin había entrado ha trabajar en el Hospital Central de Tokio cinco años atrás, siempre portaba una buena cantidad de carpetas con los historiales de todos los pacientes que debía atender cada día, era una corpulenta cuarentona de aspecto algo varonil, sus robustos brazos le permitían llevar en una mano las carpetas y en la otra una bandeja con jeringuillas, calmantes, antiinflamatorios y demás medicinas, iba por el pasillo de la tercera planta cantando la ultima canción que sonaba en la radio, Yuno Miroji, un cantante de baladas japonesas, cuando al entrar en la habitación 304 no pudo retener un grito de horror al tiempo que dejaba caer los historiales y la bandeja con los utensilios médicos al suelo. El grito llegó a oídos del doctor Hicari, quién se apresuró al encuentro de la enfermera, al llegar a la habitación pudo ver a Shanon sentada en la cama con la cara pálida y preguntándose en voz baja como era posible, con tono sereno el Dr. Hicari le pregunto:
¿Dime Shanon que ha pasado aquí?
La enfermera se apresuró a decirle. – No está, doctor. ¡No esta!. El paciente, ha desaparecido.
Con una sonrisa en el rostro el medico trato de tranquilizar a la enfermera diciendo.
- No te preocupes Shanon, esos malditos Yonkis siempre hacen lo mismo, esperan se les trata, se les ingresa y siempre desaparecen sin dejar rastro antes de darles el alta.-Pero la enfermera Yhin se agachó y recogió del suelo el historial del paciente que ocupaba la 304 entregándoselo al medico. – Doctor, este era el paciente de esta habitación.
El medico se quedo petrificado y transcurridos unos segundos finalmente dijo:
- ¿ Cómo es posible que un paciente que lleva cinco años en coma, desaparezca?.No ha podido irse solo. Localice inmediatamente a un familiar, ¿Sabe si tiene alguno?.
- Si Doctor, tiene una hermana que viene a verlo todos los días, Seika.

. . .

En la vieja cabaña todo estaba tranquilo, el único ruido perceptible ere el crujir de la leña en el fuego, la vieja salita frente a la chimenea apenas tenía muebles, pero un viejo sillón mugriento con mas de un descosido descansaba sobre una alfombra color caoba en el centro de la estancia, en él se encontraba un joven que probablemente no alcanzaba los veinticinco años, pero su aspecto era el de un hombre curtido en mas de una batalla, sus ojos azules, más claros en otra época, reflejaban el dolor de aquel que ha sufrido la perdida de seres queridos, en el izquierdo una cicatriz demostraba sin duda que se trataba de un guerrero, en sus manos sostenía una novela de historia antigua, que lo tenía totalmente absorto desde los últimos dos días. El fuego se revolvió violentamente con la entrada de un repentino aire frío que penetró desde la puerta de la morada, en ella se encontraba un niño de unos once años, quien al cerrar la puerta cayó de rodillas al suelo, su piel estaba amoratada y presentaba el aspecto de alguien que ha estado sometido a un frío extremo durante un periodo largo de tiempo. El frustrado lector cerró el libro, se levantó y lo dejo encima de la chimenea. Su larga melena dorada se deslizo por su espalda, caía mas de un palmo por debajo de su cintura. Sin volverse dijo con tono firme.
-Creí haberte dicho tres días con sus tres noches. Dime Shanu, hace ya un año que fuiste enviado desde el Santuario, en todo ese tiempo aún no has aprendido el significado de las palabras, disciplina, responsabilidad, sacrificio, devoción. O es que acaso aún no te has hecho al clima de nuestra inhóspita tierra.-El muchacho trago a duras penas saliva, entre temblores y escalofríos, sin levantar la cabeza se dirigió al habitante de la casa:
-Maestro, no fue mi intención interrumpir mi prueba de resistencia, ni perturbar su tranquilidad, pero ha venido un hombre y me ha entregado este sobre para usted.- El maestro se volvió hacía su discípulo y miró el sobre oscuro que llevaba en la mano.-Entrégame el sobre Shanu.-Pidió el maestro. Cuando acabo de leerlo interrogo a su discípulo.-Dime Shanu, ¿Qué aspecto tenía ese hombre?.¿Era un caballero?.-El alumno levantó la mirada – No maestro, pero la armadura que llevaba era como las que tienen los guardianes del Santuario- Respondió más tranquilo Shanu.
-¿Estas seguro de eso? – Se apresuró a preguntar el maestro. – Si, todos los días las veía durante mi estancia en el Santuario, estoy seguro, ese hombre era un guardián del Santuario, maestro – Respondió el alumno mas tranquilo y confiado.
. . .
Sin decir una palabra el hombre cogió un pequeño petate, metió algo de ropa y salió de la vivienda. Pudo notar el frió intenso que se hacía sobre él, aunque aquel año las temperaturas habían sido mas altas que en años anteriores, extrañamente altas se podría decir. Con la puerta abierta se volvió a su discípulo el cual aún permanecía en el suelo extenuado. –Siento que no puedas completar tu entrenamiento, ahora es muy posible que jamás llegues a convertirte en caballero. Pero eres fuerte y si quieres ser un hombre de honor te quedarás y protegerás a los habitantes de la aldea. Para hacer el bien no se necesita una armadura. Lo siento Shanu, he de partir – Dijo el maestro en todo triste y emprendió la marcha. Con lágrimas en los ojos Shanu murmuró – Sí maestro Hyoga.

. . .

Comenzaba la primavera y era la mejor época para la siembra, en la casa solo se escuchaba el llanto de un niño de apenas unos meses de edad, su madre lo sacó de la cuna y se dispuso a darle el pecho, le cantaba una nana que ella misma había inventado con el nombre de su hijo –“ Duérmete pequeño Suri, duérmete y deja que mi fruto te calme la sed, duérmete Suri que tu madre te quiere y cuando despiertes, también te querré...” -Así rezaba la canción que mama cantaba al pequeño Suri. La joven de unos 23 años era bien hermosa, morena de tez rosada y ojos oscuros, pechos generosos ahora hinchados tras el parto reflejaban sensualidad al recostarse sobre la cama en la que amamantaba a su hijo. Seguía cantando sin darse cuenta que su marido había entrado portando las herramientas de labranza que posee todo hombre del campo, era muy robusto, de mandíbula ancha cubierta de una oscura y rasa barba negra la larga cabellera le daba el aspecto de un oso, aunque su figura era muy estilizada. Sus potentes brazos dejaron las herramientas apoyadas contra la pared y mirando con dulzura a su mujer y luego a su hijo. – He de marcharme, te ruego que me ayudes a preparar las cosas para mi viaje – La mujer no pudo contener las lagrimas cuando escucho hablar a su marido, miro a su hijo y una lagrima mojo su pequeña y rosada mejilla – Solo cinco años, solo te han permitido cinco años de paz, has sufrido hasta el punto de casi perder la vista y no poder ver a tu hijo, ¿Por qué ahora?. No vayas te lo ruego. No nos abandones. Quédate con nosotros. Quédate con nosotros. -Repetía la joven entre sollozos. El marido que no debía ser mucho mayor que ella se acercó a la cama se sentó al lado de su esposa, puso una mano en la cabecita del pequeño y con voz dulce dijo – Sunrae te amo, pero no te casaste con un campesino, soy un caballero y como tal mi deber es servir a Atenea, eso ha de estar por encima de todo, incluso de mis propios deseos y sentimientos, no llores por favor, siempre estaré contigo. Quiero que cuides de Suri por mí, algún día incluso él entenderá esto. – El joven también tenia lagrimas en los ojos, fruto del sufrimiento que se encerraba en su interior. –Te ayudaré a preparar el equipaje Siryu, amor mío. –Respondió Sunrae.


Cuando Shun e Ikki volvieron de su entrenamiento diario a la casa, encontraron dos sobres negros con sus nombres en rojo. Ambos se miraron, en cada uno de ellos se reflejaban las cicatrices sufridas en batallas ya pasadas, Shun cuyo rostro ya no mostraba la inocencia de años atrás, con los que muchos adversarios confundieron con debilidad, poseía ahora una estructura física no muy musculosa pero si fuerte y capaz de intimidar a cualquiera, sus ojos se habían vuelto mas oscuros de mirada penetrante, sin duda la influencia de su hermano había dado sus frutos en estos cinco años de convivencia. Se encamino a recoger su sobre. Ikki que solo era dos años mayor que su hermano había desarrollado mas aún sus músculos, era mucho mas fuerte que cinco años atrás y cada vez que miraba a su hermano el pecho se le hinchaba del orgullo y la satisfacción del trabajo bien hecho, sabía que un sobre como aquel solo podía provenir de un sitio, se alegró de ver como su hermano sin ningún gesto de temor, propio del Shun anterior, se apresuró a desvelar su contenido.

“ Shun de Andrómeda
te ruego acudas a la llamada sagrada
de Atenea, una nueva cruzada va a comenzar,
ven inmediatamente al Santuario,
siento decir que es posible que esta
sea la última batalla de los caballeros del Zodiaco”


-En la mía dice lo mismo- Dijo Ikki, con tono serio.- ¿Qué habrá querido decir con “es posible que esta sea la última batalla de los caballeros del Zodiaco”? –Dijo Shun con tono preocupado – No lo se, pero quedándonos aquí no lo averiguaremos, prepárate para el viaje hermano, pronto nos reuniremos con los demás- Respondió Ikki. -¿Crees que los demás acudirán a la llamada?- Pregunto Shun de forma que ya parecía saber la respuesta. –No me cabe ninguna duda, son leales caballeros a Atenea y acudirán a su llamada, seguro.
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Y dijo Dios: | rot E = -dB/dt rot H = J + dD/dt || divE = rho div B = 0 | y la luz se hizo.

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