Lo que veía parecía un Age of Empires, solamente que situado en el espacio y mucho, muchísimo mas violento.
Habiendo crecido con videojuegos como Zelda y Mario jamás habría creído que era posible que un videojuego pudiera mostrar esa cantidad de sangre y esa clase de contenido el cual previamente solo había visto en películas de terror.
Oh y cuantas cosas tomaba este videojuego de las películas que me encantaban. Los Protoss con toda su tecnología y naves especiales parecían sacados directamente de Star Wars, mientras los combates entre Terran y Zerg me recordaban a varias escenas de Aliens y Starship Troopers.
Me enamore de StarCraft en cuanto puse mis manos en el, y nunca he dejado de amarlo.
Sin embargo lo que me impacto más profundamente no fue la estética del juego, ni las referencias a películas de acción y terror, sino la historia.
Nunca antes había experimentado una historia como la de este videojuego.
Mientras mis típicos videojuegos de Nintendo y las películas que veía dejaban en claro quienes eran los villanos y quienes los héroes, StarCraft fue el primer videojuego en el que experimento como las líneas entre el bien y el mal se volvían borrosas. Y con el pasar de los años estas líneas se han vuelto aun mas difíciles de diferenciar.
StarCraft no es tu típica historia de ciencia ficción donde hay que salvar al universo de una fuerza maligna. Es una historia tremendamente amoral, llena de personajes que abarcan todos los tonos de grises.
El juego desde un inicio engaña tus expectativas, pues te pone de lado de "héroes" como Jim Raynor, Kerrigan y Mengsk, los cuales luchan para destruir a la "malvada" Confederación Terran, mientras intentan evadir la amenaza de los salvajes y brutales Zerg, los cuales devoran cada planeta que se encuentran, y los Protoss, los cuales incineran cada planeta en el que encuentra Zerg.
Y entonces el juego decide poner de cabeza tus expectativas. Mengsk, el valiente, carismático e idealista rebelde, empieza a usar tácticas cada vez más extremas, reclutando a un general enemigo como Duke, usando a los Zerg como arma contra civiles inocentes, abandonando a Kerrigan a su suerte y finalmente coronándose a si mismo como un Emperador de su nuevo Dominio Terran.
Al final solamente quedas tu y Jim Raynor, huyendo del Dominio.
En una historia que bien podría haber sido sacado de los libros de historia de Latinoamérica, vemos que todo el trabajo que pasaste para derribar a la Confederación no ha servido para nada, pues el antiguo régimen solamente ha sido reemplazado por uno igual de brutal que el anterior.
La siguiente campaña finalmente nos revela que los Zerg no son simplemente un enjambre salvaje que devora todo a su paso. Detrás de los Zerg existe una inteligencia: La Supermente.
Y es aquí donde uno debe aplaudir la inteligencia de los escritores de Blizzard cuando confeccionaron el primer StarCraft.
En lugar de darnos unos alienígenas malvados que planean devorar el universo solamente porque pueden y quieren hacerlo, las motivaciones de los Zerg nos son presentadas de manera bastante creíble y hasta aceptables.
Los Zerg son amorales.
No matan por diversión, sino porque es necesario para su evolución. Su invasión del espacio Terran no es porque quieran asesinar a los Terran, sino porque necesitan asimilar las capacidades psionicas latentes de los Fanstasmas antes de lanzar su campaña final contra los Protoss.
A su vez los Zerg no odian a los Protoss, ni desean su aniquilación, la única razón por la que les quieren asimilar es porque los Xel'naga, los creadores de ambas especies, han programado a los Zerg y a la Supermente para que este sea su objetivo principal. El paso final hacia su evolución.
Los Zerg no son malvados, simplemente son alienígenas, y como alienígenas no tienen el mismo concepto de moralidad que nosotros tenemos.
Esto queda bastante claro durante las conversaciones que tiene la Supermente con sus Cerebrados, las cuales son especialmente curiosas cuando te detienes a pensar que los Cerebrados no son mas que extensiones de la voluntad de la Supermente… así que básicamente cuando Daggoth, Zasz y la Supermente discuten, en realidad estamos viendo a la Supermente discutir consigo misma.
El personaje más humano entre los Zerg, Kerrigan Infestada, tampoco es presentada como una absoluta psicópata malvada, puesto que cuando ella y Jim Raynor se encuentran en Char ella misma le perdona la vida, mostrándonos que a pesar de estar convertida en La Reina de Cuchillas aun conserva parte de su humanidad.
E inclusive los Protoss, los cuales presumen acerca de ser combatientes honorables y feroces, orgullosos de sus logros científicos y tecnológicos, viven bajo un régimen teocrático, dirigidos por un Conclave que se aferra a las viejas tradiciones.
Los Protoss no están libres de caer en una guerra civil, y no solo una, sino dos veces, vemos a Protoss luchando contra los Protoss, sin importar que la amenaza de los Zerg sea muchísimo mayor.
Al final ni siquiera el sacrificio de Tassadar, el cual lucho y murió por volver a unificar a los templarios con sus hermanos oscuros pudo evitar la caída de Aiur. Los Protoss terminan pagando el precio de las desconfianzas internas y de los viejos prejuicios perdiendo su mundo natal y siendo recluidos a Shakuras.